LA TRAICION A LA ETICA Y A LOS VALORES POR LOS INTELECTUALES. El siglo XX sometió a los individuos a formidables e insoportables presiones y amenazas, a la vez que les conminó a urgentes decisiones. Los aparatos de propaganda, la manipulación de las conciencias, la presión social, obligaron a tomar partido a millones de personas. Y los extremistas marxistas o fascistas chantajearon, amenazaron, forzaron a escoger sus sangrientas y tortuosas opciones a esos millones de individuos asustados, emparedonados, engañados. La democracia, la libertad, el derecho individual, la tolerancia y el respeto al otro fueron las grandes víctimas. Los reichs hitlerianos o stalinistas, los paraísos de Mussolini o Mao, impusieron sus férreas cadenas a las respectivas poblaciones. Millones de asesinados, perseguidos, silenciados, enjaulados en los campos de concentración (que demuestran que pese a sus chácharas, son iguales), muertos por inanición, abusados y despojados… sociedades erigidas en base al principio de Goebbels de que “la mentira repetida miles de veces termina por convertirse en verdad” (tal como la salud y la educación cubanas, en un país sin medicina ni buenos servicios, y en donde el pensamiento es perseguido y la mediocridad gobierna). Los intelectuales, la intelligentzia, el sector pensante de la sociedad, fueron corrompidos y conquistados por los patanes rojos o camisas pardas. Se arrastraron a sus pies, salvo honrosas excepciones. Cantaron a Hitler o a Stalin, como Pablo Neruda, Nicolás Guillén o Louis Aragon. Fueron bocinas de un payaso como Mussolini, tal como hizo Ezra Pound; cómplices de la tortura y muerte de sus amigos y colegas tal como Paul Eluard. Y todo por migajas, por un reconocimiento espúreo, por gozarse en el beneficio del potente aparato propagandístico de la izquierda que promovía a escritores dóciles y corrompidos moralmente. Muy pocos resistieron, defendieron la libertad, la pluralidad, el derecho a la disensión, la democracia, el respeto a las minorías y al individuo… Esos valores fueron y siguen siendo impopulares, pues los extremistas y radicales, partidarios de las dictaduras del proletariado o de los ayatollahs, de los generalotes o de los caudillos, abundan, proliferan, predominan y siguen usufructuando y medrando en los “aparatos ideológicos del Estado”. Sus acólitos y “compañeros de ruta” anidan en los medios de comunicación, en las escuelas y universidades, en las fuentes de opinión y en las ONGs e instituciones públicas y, desde allí, pontifican, regulan, condicionan y actúan para sus innobles causas. Las utopías seudorredendotas prosiguen encandilando las mentes incautas. Y los seusorrevolucionarios aprovechan oportunistamente la ingenuidad y la estulticia. Alguien se preguntaba: quién le lavó la cara a Stalin, el infame asesino y su cohorte de criminales. Las relaciones públicas del aparato de propaganda extremista y la complicidad de los intelectuales que endosaron, justificaron, difuminaron y distorsionaron hechos y situaciones, elevaron a la categoría de paradigmas a imitar a verdaderos criminales y abusones como Lenín, sociópata inmisericorde, Trotski, el asesino despiadado, a Stalin, Mao, Pol Pot, Jruschov… verdaderos asesinos en masa. La complicidad y la vergüenza de la intelectualidad de izquierda es una de las grandes decepciones del siglo XX que se prolonga a estos inicios del siglo XXI:
http://www.scribd.com/doc/7471384/Ivan-de-La-Nuez-Fantasia-Roja-Los-Intelectuales-de-Izquierda
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